jueves, 20 de octubre de 2011

Pasiones


Dentro de la física y la matemática las cosas encuentran un desarrollo objetivo, uniforme y previsible. A tales condiciones, tal respuesta y a tal formulación, tal resultado. Es un mundo medible, reconocible y que se puede anticipar. Incluso para conocer aquello que aún desconocemos estos instrumentos, y no otros, serán los que tengamos que utilizar. 

Ahora bien, en todo aquello que tiene que ver con el ser humano y la forma de manejarse en la vida, influyen sentimientos y sensaciones que tienen un reflejo distinto en cada sujeto y además en sí mismo; antes de ser proyectado por una persona, ya es conceptuado de manera distinta. Dado ese carácter, las formas en que se manifiesta resultarían infinitas puesto que además es mutable, cambiante con el tiempo, ya sea días por estado de ánimo o años por experiencia o incluso cambian según el ambiente. Queda claro que el mundo interior que cada uno tiene con respecto a las cosas es infinito y de ahí que el mayor esfuerzo se nos vaya en comprender a los otros, a los que, por general, tendemos a catalogar según nuestra propia percepción de los sentimientos y las sensaciones. 

Uno de esos sentimientos es la pasión, sin duda uno de los sentimientos que me parecen más sugerentes y que más son capaces de modificar las cosas. Si hay pasión el mundo se vuelve un sitio extremo, una mundo a vida o muerte, donde sólo cabe desolación o el paraíso. Cuando la pasión te alcanza nada nos es limitado, creemos que podemos con todo y no vacilamos en mover montañas y secar mares con tal de dar rienda suelta a una pasión que nos enloquece. Todo se vuelve pequeño o enorme, rojo o negro, abrasador o helador según nuestra pasión sea satisfecha. 

Un café, un simple café azucarado con pasión resulta más excitante que una hazaña o aventura porque en ese café condensas todo lo que querrías ser, beber, ser bebido, agotarlo, estar en los labios de quien te bebe, azucarar su interior, despejar su mente. Cualquier cosa entregada a la pasión se multiplica sin fin, se hace eterna pero a la vez instantánea porque es insaciable y necesita más en un pozo imposible de llenar y al que sólo colmas en pequeñas cantidades porque el hambre siempre es superior. El hambre por la persona, el apetito por el otro, la indómita necesidad de entregarse y que se entreguen. Disfrutar mientras está y también sufrir mientras está por cuando no esté. Una montaña rusa de sentimientos, sensaciones, arrojos, egoísmos, generosidad, posesión, entrega. Extremos que se tocan, círculos que se alimentan, manos que exploran, trozos de alma que se van con los besos, orgasmos de vida, corazones heridos y lacerantes, cuerpos fundidos y rotos. Pasión que te devora mientras devoras, placeres que agotan, vidas en el precipicio, delitos sin penar, bocas en lucha y un inequívoco, vigoroso, impune y egoísta deseo de que todo el mundo sólo sea el otro y no haya más.


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